‘Arte, artistas, payasos y payasadas’, de Carlos Lalastra


fuente: blogartium

«La comunicación artística, se ha convertido en una disciplina solitaria y de algún modo elitista, no tanto elitista como categoría social, sino más bien como grupo minoritario con actitudes y aptitudes de entendimiento y aceptación de ella como fenómeno.

Lejos queda aquella expresión básica centrada en la estética formal, representadora de escenas conocidas o intuíbles, cuya finalidad esencial se afirmaba en el ornato y relegaba a un segundo termino el “mensaje”. Después de que la pipa dejara de serlo , que el mingitorio  abandonara su valor de uso en pos del valor simbólico , Piero Manzoni encumbró e igualó el trance artístico con nuestros mas comunes y escatológicos actos. La distancia, desde entonces , entre la comunicación como deseo y el entendimiento como necesidad, crece y divide al mundo en dos islas mal comunicadas  en las que se hablan lenguas diferentes y que lejos de mejorar sus infraestructuras comunicativas, navegan en una deriva tectónica que las aleja parece ser que irremediablemente.

En la comunicación, en la expresión, “artística o humana”, subyace un deseo de imbricar dos almas, dos espíritus, el uno necesitado de entendimiento,  el otro ávido de crecimiento cognitivo. Uno emite como necesidad visceral de transmitir, reflexionando a gritos, públicamente, sin pudor por su exhibición , por su enfrentamiento con la otra realidad, aquella que carece de sus habilidades perceptivas, de su chispa visionaria y analítica. El otro, el mirón, participa gustosamente del espectáculo, se deja llevar por esos caminos unas veces conocidos otras nuevos e ignotos , pero siempre capaces de lograr un orgasmo interior siempre sentido , siempre único.

La expresión artística, la comunicación, tiene otras representaciones que ajenas a las pomadas conceptuales trabajan  día a día intentando ese acercamiento capaz de hacer mas eficiente el mensaje y conseguir de ese modo difundir mas masivamente el concepto. El circo, los payasos, readaptan sus malabares y payasadas , en la certeza de que sin público no hay circo, que si la platea se vacía no hay negocio, no hay mensaje, se predica en el desierto.

A los listos, a los entendidos, no les importa, lo prefieren, les reafirma en su estatus de diferentes, de seres privilegiados y únicos. A veces incluso sin entender, disimulan  y se hacen los interesantes, cualquier cosa antes que su descenso a la vulgaridad de la masa , antes de reconocer su igualdad  existencial.  Si se tiene humor y el chiste es bueno , uno se ríe, si los malabares tienen dificultad ,uno se asombra, si el riesgo es alto uno se sobrecoje.

Hoy el asombro es una de las sensaciones más comunes en la percepción artística; gran parte del arte contemporáneo nos asombra, se basa una la genialidad distante  que lejos de intentar comunicar, encripta rebuscadamente su mensaje como si en el propio no entendimiento, en la falta de contacto , se realizara su finalidad creativa.

El mundo esta lleno de gente que no sabe idiomas, que maneja justamente su lengua materna, pero que tienen necesidades  de entablar relación con los demás, que se esfuerzan por comunicarse de todos los modos que están a su alcance. La comunicación es una necesidad, la conexión no material con el otro es vital para el propio crecimiento intelectual y enriquece y engrasa el movimiento hacia otros futuros.

A mi no me gusta el circo pero me gustan las payasadas, me parecen saludables, creo que son el desnudo máximo de alguien frente a alguien, la trivialidad del ego , la confirmación de que hay pocas cosas que realmente tengan importancia y por las que haya que ponerse serio.

Reírse es barato, sonreír gratis , emocionar al cercano  difícil pero también barato si se posee la aptitud y la actitud adecuada. Se necesita gente que nos emocione y nos haga sonreír , con sonrisas de complicidad , con sonrisas de entendimiento … ¿No se trata de eso ?»

Carlos Lalastra.


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