En Gasteiz nos da por copiar –a golpe de talonario- iniciativas que pensamos que funcionan en otras ciudades. Pero somos muy miopes. Sólo vemos los grandes proyectos. Nos deslumbra el brillo de lo espectacular, del emblema. Lo que realmente deberíamos de “copiar” ahora es una idea, un espíritu que se respira ahora mismo en las grandes –grandes en conciencia- ciudades.
Un espíritu que nos dice que no es tiempo –en plena crisis- de invertir en más infraestructuras. Que nos dice que es tiempo de optimizar lo que ya tenemos. Que nos dice que es momento de hacer inventario y rentabilizar el capital humano, la experiencia acumulada. Hay que invertir en software, no en hardware. Sacar brillo a lo que ya tenemos. Que es mucho. Desde hace muchos años hemos confundido expansión con desarrollo.
Porque sí, hemos crecido, hemos pegado un buen “estirón”, pero estamos muy flacos. Y así como desde el ámbito urbanístico se está concluyendo que nuestra ciudad tiene que redensificarse -engordar, y no crecer ya más- en economía y cultura deberíamos pensar de la misma manera. Porque no tiene sentido expandirnos más. Tenemos que, repito, desarrollarnos más. Mirar lo que ya hay, lo que se ha habilitado en décadas anteriores, analizar con creatividad lo que está malnutrido y alimentarlo. Y no puedo evitar -al hablar de todo esto- pensar en el futuro BAIC.
Pues sigo sin entender cómo una ciudad desconectada de los grandes núcleos urbanos, que incluso carece de vuelos a Madrid y a Barcelona, va a ser el centro de nada. Es de manual de parvulario entender que para que una infraestructura funcione de cara al exterior las comunicaciones externas tienen que permitirlo. Y aquí tenemos un aeropuerto desnutrido. Y sin visos de que alguien lo alimente. Hace unos años realicé un proyecto en Vitoria junto con la galería de arte “Trayecto”: me alojé en un hotel de esta ciudad e intenté vivir durante una semana metiéndome en el pellejo de un turista.
Fue una acción muy sencilla. Pero se la recomiendo a nuestros responsables políticos, pues aprendí mucho de mi propia ciudad. Por lo pronto que Vitoria-Gasteiz es como un pequeño pueblo: su configuración urbanística es amable, invita a pasear por su centro histórico y callejear. Me recordó mucho a nuestra ciudad hermana: Angouleme, ciudad que aloja el festival de cómic más conocido en el mundo. Un proyecto que acoge a siete mil profesionales del cómic, más de seiscientos stands, doscientos cincuenta mil visitantes… Y sin disponer de un gran recinto. Pues toda la ciudad es el recinto. Se aprovechan las calles, las infraestructuras públicas y privadas, para que el festival se desarrolle en toda la villa. Ahí radica el éxito de la mayor cita mundial del cómic. Y no en disponer de un gran espacio. En fin, que si yo acudiera a Vitoria a un congreso me gustaría alojarme, moverme, vivir en el pintoresco –cada vez menos- y tranquilo núcleo de nuestra ciudad. Y no en la periferia que es similar a tantas otras periferias.
Iñaki Larrimbe Ibañez