ELLAS. Creadoras de los siglos XX y XXI. Sala Fundación Caja Vital. Vitoria-Gasteiz


A través de exposición‘Ellas. Creadoras de los siglos XX y XXI’ podremos disfrutar de más de cincuenta obras de artistas de diferentes nacionalidades y formas de expresión, como pintura, fotografía,escultura, vídeo e instalaciones.
Veremos obras de grandes creadoras, representantes de las primeras vanguardias del siglo XX, como Olga Sacharoff, Tamara de Lempicka , Frida Kahlo o Maria Helena Viera da Silva.
También estarán presentes Esther Ferrer, Marisa González, Inés Medina, Concha Jerez o Paloma Navares, como figuras relevantes en el mundo del arte.
Como representación del siglo XXI encontraremos obras de mujeres que ocupan un lugar en museos y galerías, algunas de ellas, jóvenes que nos acercan al arte actual, como Naia del Castillo, Victoria Diehl o Itziar Barrio.
Esta muestra es una oportunidad única para disfrutar del Arte desde la mirada femenina, que por otra parte es una mirada diversa y con sensibilidades diferentes.

 

Inés Medina explica la obra que presenta:

» I am not The Victim!- ¡No soy la víctima!, es una pintura vertical de 260×163 cm. resultado del análisis y experimentación del arquetipo psicológico humano de víctima, el cual, en el contexto de mi investigación plástica sobre el Concepto de División, es necesario identificar, reconocer, visualizar su imagen, es decir, reconocer e identificar la dualidad – la división – con el opuesto.
Precisamente como consecuencia de la capacidad de Visualizar la Totalidad, proceder a su de-construcción y atomizar su energía, trabajo psicológico previo y necesario para la Unificación de la persona, que es lo único que realmente transmuta la negatividad humana y permite la vida del ser genuino.»

Organizada y comisariada por Marisa Oropesa, y que se inaugurará el próximo jueves 17 a las 20 horas en la Sala Fundación Caja Vital,Postas 13-15.Vitoria-Gasteiz.

«Repasando la historia del arte nos damos cuenta de las pocas mujeres que aparecen en ella. Una de las posibles causas es que hasta el siglo XVIII no existió un mercado del arte como tal, lo que obligaba al artista a trabajar por encargo, el tema o el formato venían impuestos por la voluntad del coleccionista que encargaba la obra de arte.

El artista no era más que un artesano que trabaja según un tercero que limitaba sus pretensiones y libertades artísticas, no podía desarrollar libremente su creación, los temas, la composición, el dibujo e incluso los colores le eran impuestos. Parecía por tanto imposible que en un mundo profesional tan estricto y reservado para los hombres pudiera destacar una mujer.

Ésta fue una de las barreras del mundo del arte hasta el siglo XVIII: la aceptación de las mujeres como artistas. Si repasamos la historia de la música, de la literatura o de la arquitectura parece casi imposible encontrar un nombre femenino hasta esa centuria revolucionaria. Los principios de igualdad, fraternidad y libertad proclamados por la Revolución Francesa cambiaron el mundo y llegaron hasta las artes. Fue entonces cuando las mujeres empezaron a luchar por sus derechos y sus libertades dando lugar a una revolución artística que tendría sus primeros frutos en el siglo XIX.

Mujeres como la escritora Georges Sand lucharon contra los prejuicios establecidos que reservaban la literatura o la pintura como materias exclusivamente masculinas. Esta revolucionaria adoptaba diferentes pseudónimos masculinos, vestía como un hombre y entraba en lugares únicamente reservados para ellos, tales como bibliotecas o museos, fumaba cigarrillos y tenía varios amantes. A través de sus obras literarias, que leyeron tanto hombres como mujeres, y gracias a su actitud liberadora demostró que una mujer tenía las mismas cualidades que un hombre.

El álter ego de Georges Sand en la pintura sería Rosa Bonheur, quien contribuyó a abrir las puertas del arte a numerosas mujeres del siglo XIX como Mary Cassat o Berthe Morisot, quienes estaban limitadas por todas las imposiciones de su época. Aunque hoy pueda parecernos increíble, Rosa Bonheur tenía que pedir un permiso al Estado para poder llevar pantalones cuando acudía a las ferias de ganado donde pintaba animales.
Todas estas limitaciones impuestas por una sociedad cerrada hacían que para una mujer del siglo XIX no resultara evidente ser artista. La presencia femenina en los Salones o en los concursos oficiales de pintura era vista como algo puntual. La primera exposición consagrada únicamente a mujeres no tuvo lugar hasta el año 1884 en Ámsterdam. Los temas eran más limitados para las artistas para las que no era fácil acudir a los cafés o a las carreras, temas típicos de su época, tal vez por eso se centraban en escenas íntimas de la vida familiar tratándolas con una sensibilidad única.
A pesar de esto, no será realmente hasta el siglo XX cuando la mujer ocupe el mismo lugar que el hombre en el arte. Lo que importa en realidad es la obra de arte, los sentimientos que transmite sin tener en cuenta si esta pintada o esculpida por un hombre o una mujer.»

Marisa Oropesa


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